La historia comenzó hace más de veinte años, cuando se creó la fiesta de exaltación de este producto en el municipio de Navia de Suarna. Mari y su marido, Hortensio Díaz Robledo, habían elaborado 50 unidades para venderlas, aprovechando el escaparate de su supermercado en el centro de la villa. Les parecía mucho, pero al año siguiente agotaron las 300 ya antes del día de la feria. Vista la demanda y las necesidades familiares, se preguntaron por qué no montar un obrador.
De los secaderos de Embutidos Suarna también cuelgan botillos de la Montaña, atados en el estómago, y pigureiros, embutidos en el ciego. Chorizos, lomo, cecina, lengua o panceta se han venido a sumar a la oferta, toda ella certificada con la Carta de Artesanos en una fábrica que también dispone del título de Taller Artesanal. Son cinco mujeres de la zona las que trabajan en ella bajo la dirección de Mari, que ha continuado con la empresa tras el fallecimiento de su marido. No se ve el humo de roble en el embutido, pero es esencial para darle sabor. Así también lo es la comarca, la conciliación, la fuerza y la superación. De todos esos ingredientes también están elaborados los Embutidos Suarna.
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